
"El periódico es una tienda en que se venden al público
las palabras del mismo color que las quiere."
Honoré de Balzac
Abrió el periódico por la sección de anuncios, cogió el rotulador rojo y se puso manos a la obra.
Cuarto de hora más tarde había seleccionado tres anuncios. Como en veces anteriores hizo una lista de las cosas que quería saber antes de tener un primer encuentro...
- Hoy en día no se tiene tiempo suficiente como para perderlo en vano - se dijo.
Una hora más tarde había descartado todos los anuncios. Se dejó caer decepcionado en el sillón a la vez que tiraba sobre la mesa la libreta donde había apuntado su batería de preguntas. Al hacerlo una hoja del periódico se levantó ligeramente y vio que se había dejado un anuncio por leer.
Dudó un segundo, pero al final pudo más su hastío y simplemente se recostó en el sillón.
Cuando se levantó al día siguiente casi inconscientemente se dirigió hacia la mesita del salón donde había dejado el periódico, lo abrió y buscó ese último anuncio.
Al leerlo no pudo evitar soltar una carcajada. Cogió el móvil y apuntó el número de contacto decidido a llamar desde el trabajo, a pesar de que el anuncio claramente lo descartaba como candidato.
Estaba nervioso. Es más, estaba histérico, y se sentía estúpido por sentirse de aquella manera.
Cuando llamó no obtuvo respuesta a ninguna de las preguntas. Todo lo contrario, cada pregunta que había formulado, ella había conseguido transformarla en otras dos para él.
Entró en la cafetería, pidió un café con leche y se sentó a esperar en una mesa desde la que se tenía una buena vista de la puerta, aunque alejada de ella.
Miró el reloj, para comprobar que sólo habían pasado tres minutos desde la última vez que lo había mirado, y que aún quedaba cuarto de hora para que ella llegara, eso suponiendo que fuera puntual, claro.
Ella lo observaba divertida a través de la cristalera desde la acera de enfrente.
La campanilla de la puerta sonó. Él levantó la vista y se encontró con su mirada.
Habían pasado ya tres años desde aquello, llevaban dos viviendo juntos. Aún podía recordar los sermones de la gente con la cantinela de que aquello era un paso muy importante, que si lo había pensado bien...
La verdad es que nunca había tenido muy claro porqué decidió responder a aquel anuncio, porqué decidió llamar, y mucho menos cómo en algo tan importante se había dejado llevar de aquella manera. Pero lo cierto era que quizás fuera la decisión que más feliz le había hecho.
Ella entró en la cafetería sonriente, avanzó decidida hacia él y le dio un beso en la mejilla.
- Hola niño.
- Hola.
- Bueno, ¿a qué viene tanto misterio? ¿qué hacemos aquí?
- Ya ves, que me he levantado sentimental.
- ¿Y eso?
- No te hagas la boba, que eres peor que yo en lo de la obsesión con la fechas.
Ella simplemente sonrió, y luego dijo:
- He comprado algo para ponerlo en casa.
- Bueno, será si quiero ¿no?
- Y si no, da lo mismo, lo pongo en mi mitad - respondió ella sacándole la lengua.
Metió la mano en bolsa y extrajo un portafotos.
- ¿Una foto?
- Nop, algo que te recordará seguro tal día como hoy hace tres años - respondió ella mientras le daba la vuelta y se echaba a reír ante la cara de sorpresa de él.
- ¡No me lo puedo creer!
El marco encuadraba un recorte de periódico en el que se podía leer:
Si tienes 180000 euros o la posibilidad de conseguirlos deja de leer que seguro que tiempo no te sobra. Si por el contrario eres un/a mileurista como yo, cansado/a de vivir con papá y mamá, o de gastarte el sueldo en alquiler ¿te quieres comprar una casa conmigo? Abstenerse los maniacos, curiosos y personas de difícil convivencia.
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- Este anuncio se merecía estar enmarcado. Me salió caro, pero me consiguió el mejor amigo del mundo y tener un pisito mío.
- Nuestro - la corrigió él.
- Nuestro - repitió ella mientras le daba un abrazo.
Este relato te lo dedico a ti, muso mío ;-)Etiquetas: Relaciones, Relatos, Vivienda