"Todas las personas sobre la faz de la Tierra tienen un don.
En algunas ese don se manifiesta espontáneamente;
otras necesitan trabajar para encontrarlo."
Paulo Coelho
Me llamo Laura y tengo seis años. Ahora mismo, mientras escribo esto, estoy sentada junto a la ventana de mi habitación, recordando lo que ayer me dijo tía Marta.
Tía Marta es la mejor amiga de mi mamá, y la hermana de mi papá. Yo nunca conocí a papa, él murió antes de que yo naciera.
Un día oí a mamá y a tía Marta hablar de ello. Fue cuando yo tenía 3 años. Fuimos al centro comercial. Yo me solté de la mano de mamá y cogí una bombilla.
- No, cariño, deja eso ahí - me dijo mientras dejaba la bombilla en su sitio.
Pero yo volví a cogerla, y así por 3 veces.
Mamá se enfadó, pero entonces tía Marta, mientras me lanzaba una mirada extraña, dijo:
- Cómprala, nunca viene mal tener una bombilla de repuesto.
Al llegar a casa, la bombilla de la entrada comenzó a tiritar, y finalmente se fundió.
- Ya te dije que nunca está de más tener una bombilla de sobra -dijo tía Marta.
- Es como vosotros ¿no? - respondió con voz triste mama.
- ¿Acaso tenías alguna duda?
- No, tenía esperanzas.
- Lo dices como si fuera una enfermedad...
- Lo siento, pero... A veces recuerdo cómo estaba de inquieta la niña en mi vientre el día que murió Pablo, el dolor que sentí, que sé sintió ella, a la misma hora que él moría... ¿No es bastante sufrir una vez? Si ella es así sufrirá antes de que ocurran las cosas, y cuando éstas ocurran...
- O quizás pueda evitar que ocurran...
- ¿Evitaste tú lo que ocurrió? ¿Lo evitó Pablo?
- Sabes que las cosas no funcionan así.
- No, no lo sé. No sé como funcionan. No quiero que ella tenga que saberlo.
No entendí de que hablaban, entonces no. Hoy empiezo a entenderlo.
Cosas así siguieron ocurriendo, hasta que me di cuenta de que mama se ponía triste cada vez que yo sentía esa necesidad tan fuerte de hacer algo... y traté de ignorar mis impulsos. Al ignorarlos parecieron desaparecer... hasta que hace dos meses por mi cumpleaños, tuve una sensación extraña. Cuando la fiesta de cumpleaños que mama había preparado llegó a su fin, el abuelo se me acercó y dijo que se iba. Yo me aferré a él. No quería que se fuera, necesitaba impedirlo a toda costa.
Mamá se enfadó.
Pero yo no podía evitar ese terror... sólo cuando abuelo me prometió que volvería al día siguiente a verme accedí a dejar que se fuera... aunque al hacerlo sentí que perdía algo.
Ese día noté que tía Marta no reaccionó como los demás... y que ella también estaba inquieta.
Cuando salía por la puerta se volvió y me miró, con esa mirada que entonces me resultó extraña, y ahora me resulta tan familiar...
Cuando sonó el teléfono a las 6:30 de la mañana supe que el abuelo no cumpliría su promesa...
Así aprendí que a la muerte no le importan nuestras promesas.
Tras aquello yo estaba muy triste. Un día la profesora quiso salir conmigo para hablar con mama. Pero ese día era tía Marta y no mama quien estaba esperándome a la salida.
La profesora le dijo que quería hablar con mama, que estaba preocupada por mí, que me estaba aislando de mis compañeros, que apenas hablaba ni me relacionaba con los demás.
Tía Marta me miró y dijo:
- Se lo diré a su madre.
Al montar en el coche me miró y dijo:
- Laura...¿Te han explicado en el cole lo que son las causas y las consecuencias?
- No...
- La consecuencia es lo que pasa, y la causa lo que hace que pase.
- Entonces... primero pasa la causa y después la consecuencia -dije.
- Normalmente es así, cariño. Pero ¿sabes?, a veces no. Por ejemplo... cuando abuelo murió tú lo presentiste, ¿verdad?
- Sí
- Primero lo presentiste y luego ocurrió...
En ese punto yo me eché a llorar...
- ... y sin embargo tú lo presentiste porque iba a ocurrir, y no al revés. Tú no tuviste la culpa. Que tú lo presintieras no provocó que él muriera. Hay gente que puede presentir las cosas que van a ocurrir, y tú como yo, como tu papá, eres una de ellas.
Yo le miré sin terminar de creérmelo.
- ¿Quieres que hagamos una prueba?
- Sí.
- Cierra los ojos y piensa en mamá.
- ¿Qué pienso?
- Nada, sólo piensa en ella.
- ¿Qué ves?
- Está sentada a la puerta de casa.
- ¿Qué lleva puesto?
- El jersey de colorines.
- ¿Era lo que llevaba esta mañana?
- No, llevaba el jersey negro.
- ¿Y porqué no está dentro de casa?
- No puede entrar...
- Vale, vamos a casa.
Al llegar a casa mamá estaba sentada a la puerta... con su jersey de colorines.
- ¿Qué haces ahí sentada? - preguntó tía Marta.
- Cuando vine a mediodía a cambiarme de ropa, como una idota me tiré todo el café encima, me dejé las llaves dentro...
Yo comencé a reírme.
- ¡Ey! ¡No te rías de tu madre! - dijo ella con una sonrisa.
Tía Marta sonrió y mientras me guiñaba un ojo dijo:
- ¿Lo ves?
Antes de irse me dijo:
- Hay veces que se puede evitar que algunas cosas ocurran, y otras que no... Aprenderás a distinguirlas. Aprenderás a aceptarlo... y mamá también.
Aún no entiendo todo esto, pero SÉ que tía Marta tiene razón.
Etiquetas: Relatos
"Luego que has soltado la palabra, ésta te domina.
