El laberinto
Suelen ver antes el humo los que están fuera,
que las llamas los que están dentro."
Jacinto Benavente
El otro día revolviendo entre mis recuerdos encontré algó sobre él que escribí en 1994... cuando era "simplemente un amigo"... las cosas no han cambiado mucho desde entonces... los sentimientos sí.
Una noche de verano un amigo me preguntó, ya no sé si preocupado o intrigado, si estaba jugando con nuestro mutuo amigo o si sentía algo por él... Recuerdo haberle mirado sorprendida...
- ¿Jugando? - hasta ese momento no me había planteado mis sentimientos hacia él... ¡ni se me había pasado por la cabeza! - ¿De qué me hablas?
- Joder, ¿no me dirás que no has notado que le molas?
- ¿Yo?
- ¿Acaso no has visto cómo te mira?
- Dudo mucho que él sienta algo por mí..., aparte de amistad...
- Vale, lo que tu digas. Pero si no te interesa no le des falsas esperanzas.
Y yo me pregunté cómo se hacía eso de dar esperanzas... y yo me pregunté, pero muy débilmente, qué sentía por él.
Y el tiempo pasó, y la percepción de mis propios sentimientos se fue haciendo más clara... me fui dando cuenta de que me fastidiaba verle con otras... Se suponía que era porque consideraba que "mi amigo" merecía alguien mejor (¿quién me daba potestad para decidir eso?).
... y aunque tarde identifiqué ese sentimiento, que nunca antes había tenido, como celos...
Pero me dije que aquello era una locura... él era mi amigo... Así que cada uno seguimos nuestro camino. El mío teniendo como música de fondo el comentario de aquel amigo...
- No entiendo a qué demonios jugáis vosotros dos...
De vez en cuando nuestros caminos se aproximan, pero el arquitecto del destino construye obstáculos, construye excusas, construye salidas para huir de aquello a lo que tememos...
Y seguimos dando tumbos cada uno por su laberinto... o al menos yo sigo dando tumbos por el mío... buscando, quizás no con la valentía que debería, esa luz que un día leí existía...
Si al final de mi laberinto alguien me dice que él ya encontró otra salida, que yo no era la luz al final de su laberinto, sonreiré porque al menos él siempre será mi amigo.
Si resulta que el final de mi laberinto es también el del suyo, sonreiré porque él será mi luz y yo la suya.
Y si resulta que lo que creímos el final del laberinto no era sino el comienzo de otro nuevo que nos separe, sonreiré, porque al menos por un instante nuestras luces se tocaron.
Así que tarde o temprano... SONREIRÉ :-)
(Y ¡qué demonios! entre tanto... ¡procuraré también sonreir y disfrutar de lo que el laberinto me ofrezca!)