Mi última voluntad

Tal vez lo único que me duele más que decirte adiós
es no haber tenido la ocasión de despedirme de ti.

En el tiempo que llevo deambulando por la blogosfera he ido tomando cariño a algunas personas.
Gente de la que no sé más que aquello que dejan entrever sus palabras. Quizás tan sólo sean reales a medias, y quizás nunca llegue a conocerlas en el mundo real, pero aún así, se han ido colando en mi vida.
Este post de Oceanida me hizo pensar en cómo me sentiría si fuera alguno de vosotros quien de repente dejara de escribir, sin previo aviso...
No tengo forma de saber si estáis bien, si simplemente os cansasteis de escribir y abandonasteis el blog, si simplemente decidisteis dejar de comentar... porque, salvo una excepción, ni yo os conozco ni vosotros a mi (en este caso sin excepción), y no sabría cómo contactar con vosotros ni vosotros conmigo.
No sé si el sentimiento sería recíproco... pero como me inculcaron desde pequeñita el "no hagas lo que no quieras que te hagan", trás unos días dándole vueltas, he decidido hacer un testamento o más bien una última voluntad globosférica.
Es decir, voy a escribir un borrador dónde os diga adios, y dejaré instrucciones para que, llegado el momento, alguien entre en ésta mi morada en la red y lo publique.
Así, si aún conservo este blog el día que la muerte acaricie mi cara, evitaré (como dice Isthar) que ella tenga la última palabra, y podré despedirme de vosotros desde dónde quiera que esté o no esté.